Violencia, perturbaciones al orden establecido, presiones económicas, desigualdad creciente, inestabilidades sociales, erosión de los liderazgos, deterioro institucional, competencia y avaricia como combustible de la acción, pobreza y deterioro ambiental.
Desde otra perspectiva observamos un mundo cada vez más digital, de creciente interconectividad, mayor interdependencia e interrelación, globalización del conocimiento y del comercio. Nanotecnologia e inteligencia artificial, un mundo cada vez más ágil y exigente, con menos espacio para segundas oportunidades.
Una situación de creciente incertidumbre donde el acceso al poder establecido ya no conoce de rutas de principios. Un suerte de juego sin reglas donde la meta es dar respuesta al interés propio. En este disfuncional modelo, donde la crisis es el único elemento constante de la gestión en las empresas, la gerencia se encuentra hoy buscando dar respuesta a las presiones de accionistas y mercados, mientras la tormenta perfecta, la que suma a las anteriores las presiones sociales y ambientales, se acerca aceleradamente.
La respuesta de los negocios a este emergente bloque de presiones y por tanto de demanda de responsabilidad en su actuar, poco tiene que ver con el conocimiento o la tecnología, con el saber y el hacer, la innovación o la creatividad. Visitar la definición de negocio, nos ilustra del foco en hacer dinero y dar respuesta a las presiones de los accionistas, dejando en un plano inferior de responsabilidad el resto de los protagonistas del entramado que soporta la vida.
A la vuelta de la esquina, que muy posiblemente en tiempos empresariales no llega al lustro, los niveles de consciencia del equipo ejecutivo y de la cultura de las organizaciones, será tan relevantes como lo es hoy el conocimiento y la tecnología.
Siento que una nueva ecuación de valor está en desarrollo, esa que demandará no solo rendimiento para los accionistas y satisfacción de los consumidores, sino bienestar global y equilibrios ambientales, en un ambiente de mayor equidad y justicia.
El concepto de «negocio» debe evolucionar para dar cabida a la sociedad y el ambiente como parte de la ecuación de valor. Habrá que levantar la vista de los clientes a la sociedad, de comenzar a ver sujetos de atención y no solo objetos de interés. A los objetivos numéricos de la gestión, deberemos incorporar los impactos o legados que hemos de dejar como resultado del privilegio que nos otorgaron para operar una empresa.
Muy posiblemente ya no será suficiente hacer bienes sino se está en capacidad de hacer el bien. No bastará que el ejecutivo continúe esforzándose para que su empresa sea la mejor en el mundo, corresponderá operar en los altos niveles de consciencia, esos que permiten entender, asumir y trabajar, a fin de que su organización sea también, la mejor para el mundo.
Hará falta un cambio de paradigmas para acercarnos a esto. Las iniciativas actuales, loables en sus objetivos por mejorar las condiciones de los trabajadores, difícilmente lograran algo permanente, sin cuestionar la naturaleza misma de la función de los negocios, la comprensión de sus fines y la expansión de sus medios.
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